sábado, 23 de abril de 2016

23.

Condicionales.


Qué bonito el suave murmullo de tu voz, que con suaves caricias recorría mi cuerpo.
Y qué bonito el despertar, a cualquier hora, sabiendo que no habías huido, que eras capaz de escuchar mis latidos, un corazón que no dejas de acelerar.
Y mirarte mientras tus párpados descansan, inocentes, sobre aquellos ojos que conseguirían arrebatar la respiración de cualquier mortal.
La oscuridad y la penumbra cubrían la habitación y sin embargo éramos capaces de distinguirnos, sólo nos bastaba una sonrisa, iluminada por los ténues, frágiles rayos de luna que se colaban por una rendija. Un intrínseco lazo de unión que nos mantenía fuertes.
Nos mantenía,
pero ya no.

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