sábado, 17 de diciembre de 2011

Increíble pero cierto.

La realidad es dura, te duele, te hace llorar, te hace sentirte mal. Te salpica con su sangre. Sangre que pertenece a gente que, como tu, cree en un mundo más bonito y normal. Tú, mientras los otros se van de fiesta loca, te quedas en casa, deseando que no les pase nada malo. Aunque sabes que esas personas te pisotean y te hacen peripecias para arruinarte la vida. Pero a ti no te importa eso. Piensas que nadie se merece que le pase nada, por muy malvado que sea. Algunas veces, deseas que esas personas que tan mal te lo hacen pasar, dejen de consumirse a ellos mismos y desgastarse la vida. Deseas que sus padres vuelvan a quererlos. Deseas que se vean apoyados en algún sitio y deseas que lo dejen de hacer. Pero justo luego te das cuenta de que es demasiado tarde y tus deseos no han servido para nada. Y te enfadas contigo misma. Y te torturas con que eres una mala persona. ¿Crees de verdad que va a funcionar? No, ciertamente, no funciona. "Quizá deberías meterte en tus asuntos", piensas. Pero no puedes olvidar las cosas. No soportas que la gente haga eso con su vida. No quieres que nadie se haga daño. Quieres que todos esten bien. Probablemente nunca lo conseguirás, pero tú tienes ese sueño.

1 comentario:

  1. Pura verdad. Aunque a veces nos contradecimos a nosotros mismos, nos figuramos ser quienes no somos, interponiendo ideas que hemos asimilado de otros ante nuestros propios principios siempre nuestro "yo" interior acaba saliendo a la luz, queramoslo o no. La verdad es que hay personas que piensan muchos en las otras y otras que ni siquiera saben que existe alguien fuera de ellos mismos. Dentro de las personas que piensan en los demás hay los que piensan con el bien ajeno y otras con el mal ajeno. Supongo que tu eres de las primeras, ya que te conozco y he llegado aquí a través de un enlace en twitter. Y si lo escribes desde tus pensamientos, esos que te hacen daño no merecen ni que los tengas en cuenta: no existen. No tienen tanta importancia como para llenar tu mente de odio, aunque solo sea por unos minutos, no la tienen. Dicho esto, creo que es el momento de despedirme. ¡Adiós y tenemos que quedar para navidades, preciosa!

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