Intentó no llorar.
Reprimió todas sus lágrimas con un último aliento.
Le estaba doliendo.
Y desgraciadamente le dolía mucho.
Se dió cuenta que todas aquellas personas a las cuales había querido alguna vez desaparecían cuando ella necesitaba algo.
Una vez detrás de otra.
Un abrazo le bastaba, ella no pedía demasiado.
Nunca pedía demasiado.
Sólo quería poder sonreír.
Sonreír como solía hacer.
Recuperar su felicidad, su inocencia.
Lo que más deseaba era poder olvidarse de todos aquellos que la usaron como un pañuelo y ahora la tenían olvidada.
Resguardada, como los abrigos de grandes plumas en un clima desértico.
Ni siquiera los libros, algo con lo que siempre se podía evadir, le sirvieron para enmascarar y superar su dolor.
Este dolor acabó con ella, comiéndose todo lo que se encontraba a su paso.
Y como ella tenía un corazón muy grande, fue con lo primero que se topó.
Nadie supo explicar cómo una chica tan alegre y amable yacía en el suelo, inerte, fría e inmóvil.
Ella lo sabía muy bien.
Ahora nadie más podría usarla de nuevo.
No volvería a sentir dolor.
En alguna parte de su moribundo cerebro se despertó algo.
Algo que estaba deseando hacer.
Sonreír.
De manera que sonriendo se la encontraron.
Siendo finalmente feliz.
sábado, 24 de enero de 2015
25.
Poco a poco todo se volvía tenso a su alrededor. Nunca comprendió el por qué.
Pocos le habían preguntado lo que ella tenía en la cabeza, y es que tenía demasiadas cosas. Ella era como poesía intrínseca que nadie lograba descifrar.
Ni tan sólo ella misma.
Aquellos parajes interiores la absorbían por completo. Quienes no la conocían suficiente la tacharon de incrédula.
Lo era. No podía limitarse a pensar que a eso se limitaba la vida.
Quizás no hubiese nacido para ellos. Para unos que pensaban que nunca podría conseguirlo, porque ella y sus ideas llegaban hasta universos que ni siquiera se habrían podido descubrir.
Pero ya que nadie le había preguntado nunca, nunca contestó.Pocos le habían preguntado lo que ella tenía en la cabeza, y es que tenía demasiadas cosas. Ella era como poesía intrínseca que nadie lograba descifrar.
Ni tan sólo ella misma.
Aquellos parajes interiores la absorbían por completo. Quienes no la conocían suficiente la tacharon de incrédula.
Lo era. No podía limitarse a pensar que a eso se limitaba la vida.
Quizás no hubiese nacido para ellos. Para unos que pensaban que nunca podría conseguirlo, porque ella y sus ideas llegaban hasta universos que ni siquiera se habrían podido descubrir.
No trataba de entender cosas, sólo se limitaba a vivir con ellas.
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